Perspectivas y cuestionamientos
Entre los varios factores que determinan la tasa de mortalidad por el Covid-19 está la desigualdad. En América Latina y el Caribe la vulnerabiliad de los pobres se ha visto acrecentada por la desigualdad. El contagio es democrático –golpea a todos–, pero la atención sanitaria es elitista. Por ejemplo, en Bela Vista, en la región central del Brasil, mueren 20 personas por cada 100.000 habitantes; en Brás, un barrio pobre del centro de São Paulo, mueren 87 por cada 100.000 habitantes; En México, 7 de cada 10 víctimas fatales del Covid-19 son pobres, con educación primaria y sin trabajo formal. Pensar la desigualdad implica analizar cómo la pandemia radicalizará las situaciones de vulnerabilidad de las mayorías latinoamericanas y caribeñas.
¿Qué hacer ante la pobreza y la desigualdad? Antes de la pandemia las estructuras globales ya empobrecían a los trabajadores; ahora se esperan situaciones más difíciles y riesgosas. La gente sencilla, del pueblo, seguramente generará alternativas como lo ha hecho desde hace muchas décadas. Bajarán los niveles de consumo de la canasta básica, se vivirá en condiciones todavía más vulnerables en medio de círculos viciosos: pobreza-enfermedad-deuda-más pobreza. ¿Cómo se revelará ahora Dios en medio de los pobres? ¿Cómo se manifestará su amor y compasión? ¿Cómo nos estamos preparando para acompañarlos lo mejor posible? ¿Cómo es la experiencia de Dios que tienen los pobres en la situación creada por la pandemia?
Con la pandemia se espera una pérdida de 25 millones de empleos formales. ¿Qué pasará con los trabajos informales de los más pobres? Posiblemente se abran nuevos “mercados informales” en el continente y en el mundo (algunos nunca cerraron). Lo cierto es que las ganancias serán menores, la gente que no pierde el empleo ve reducirse su sueldo, y habrá menos dinero efectivo circulante. ¿Qué pasará con las familias ante la disminución de su poder adquisitivo, de por sí bajo? ¿Cuáles son las estrategias que se deben implementar? Más concretamente, ¿cuáles deben ser las estrategias eclesiales para caminar con los empobrecidos? ¿Cómo generar dinámicas de solidaridad y perdón entre la gente? ¿Cómo proclamar un año de gracia en la pandemia? ¿Cómo entender la liberación? La tensión social del trabajador de calle ante la presión de las deudas, del dinero diario y de la enfermedad acechando ¿dónde la decanta?, ¿dónde la disminuye?
¿Cómo asumir la desigualdad social de manera integral? ¿Cómo acompañar a nuestra gente con sus angustias, miedos y depresiones en esta hora en la que empeora sus condiciones de vida con la pandemia?
La violencia de género es un tema multidimensional; los enfoques para comprenderla y erradicarla deben ser interdisciplinarios, de manera que se pueda comprender la enorme complejidad del asunto y se tome en cuenta, además de la violencia masculina, las condiciones sociales y estructurales que pueden propiciar los asesinatos. Desde esta perspectiva se debe preguntar ¿cómo las familias son ‘escuelas’ de violencia de género?
También la violencia se ha mostrado con crudeza entre las mujeres en esta pandemia. Al mantener los roles patriarcales comunes de las sociedades latinoamericanas, las mujeres trabajan en su casa, limpian su casa, hacen tareas con sus hijos vía on-line o por televisión... ¿Cómo se están acompañando a las mujeres en sus procesos emocionales, físicos y biológicos? ¿Cuáles son las respuestas de las comunidades eclesiales ante esta realidad deshumanizadora y cruel? ¿Qué haría Jesús en medio de este terror en contra de las mujeres? ¿Cómo actualizamos nuestro discurso teológico de Dios desde las teólogas feministas?